by Maciej BartkowskiMay 12, 2020
Esta es una traducción al español del artículo de Maciej Bartkowski "Why Do Some Movements Fail to Bring Positive Outcomes, and How Can This Be Changed?" publicado el 5 de octubre de 2017 (enlace). Traducio por Omar Lopez; evaluado por Fernando León Romero.
Mi post anterior arrojó una mirada sobre cómo los movimientos noviolentos frecuentemente juegan un rol en las transiciones políticas y la democratización.
Sin embargo, en algunos casos, los movimientos noviolentos logran terminar con un gobierno autoritario en funciones, pero son incapaces de consolidar sus conquistas y por el contrario, la situación se deteriora. Ese tipo de impacto puede ser observado en tres tipos de movimientos:
Tales movimientos son —al menos en sus etapas iniciales— noviolentos (debido a sus acciones aparentemente pacíficas). Pero su agenda y objetivos subyacentes están basados en promover la intolerancia, la discriminación y la violencia. Algunos ejemplos incluyen el movimiento de protesta contra los refugiados, Pegida, en Alemania; el movimiento de extrema derecha en los Estados Unidos; el Ayatola Khomenei como líder simbólico de la revolución noviolenta iraní de 1979; o el boicot noviolento de los nazis a tiendas y negocios judíos en 1934.
Por ejemplo, la Revolución Naranja en Ucrania en 2004 forzó al régimen de Kuchma a aceptar una repetición de las elecciones presidenciales. Las elecciones, a su vez, aseguraron la victoria del candidato de la oposición, sólo para ver el estancamiento de las reformas en la Ucrania post revolucionaria y el resurgimiento del autoritarismo con corrupción política masiva poco después. Durante un levantamiento popular en 2011, los egipcios establecieron los principios y las normas de transparencia, solidaridad, democracia e igualdad que gobernaron su ocupación de la plaza Tharir por 11 días. Sin embargo, fracasaron en asegurar que sus ideales vivieran y definieran las realidades en los centros de trabajo, universidades, instituciones públicas y comunidades reales en todo Egipto.
Éstos son los movimientos con ideas nobles y progresistas, pero que sus medios estratégicos para llevarlas a cabo contradicen la propia naturaleza de sus fines positivos. Podemos identificar al menos dos tipos de movimientos con estas características:
Un caso en este punto es el de Tamarod en Egipto, el cual recabó más de 20 millones de firmas en apoyo a la remoción del Presidente Morsi y lideró masivas protestas antigubernamentales en junio de 2013. El movimiento se alineó estratégicamente con el ejército egipcio, y apoyó el golpe de estado de 2013 que condujo a la caída de Morsi. Estos eventos fueron seguidos por la masacre de los simpatizantes de la Hermandad Musulmana en agosto de ese año y el eventual restablecimiento de un régimen autoritario en Egipto.
El movimiento antifascista, con base en Estados Unidos, que está dispuesto a adoptar la violencia contra activistas de extrema derecha y lo justifica por la noble causa de detener al fascismo, incluso aunque reconoce que la eventual derrota del racismo y el extremismo violento proviene de la movilización y la participación política masiva.
Debido a que estas deficiencias reflejan características reales de los movimientos mismos, entonces sus trayectorias negativas podrían cambiar realmente si el trabajo interno de los movimientos se transforma. En otras palabras, los activistas tienen un grado de manejo y control sobre estos cambios. ¿A qué factores necesitan prestar atención los activistas con el fin de incrementar la posibilidad de que la resistencia civil genere cambios positivos a largo plazo, y cómo? Desde mi punto de vista, dos aspectos relacionados con los movimientos entran en juego en esta cuestión:
Respeto por los derechos humanos
Basar la conducta de un movimiento en el respeto a los derechos humanos universales puede ayudar al movimiento a adherirse a la disciplina noviolenta y prevenir o reducir la violencia durante y después de la lucha. Elizabeth A. Wilson se refiere a esto como “ethos de derechos humanos” en su reciente monografía publicada por ICNC, Movimientos de Poder Popular y Derechos Humanos Internacionales. Ella identifica cuatro principios por los cuales las campañas noviolentas pueden medir su ethos de derechos humanos:
Para sostener sus logros e incrementar la capacidad de implementar cambios positivos duraderos, los movimientos tienen que seguir una estrategia de acciones disruptivas y además una resistencia constructiva a largo plazo. Esto último tiene como base construir redes y coaliciones, la puesta a punto de procesos, prácticas, normas e instituciones alternativas y paralelas a aquellas que existen (las cuales están frecuentemente amañadas contra la gente común). La capacidad del movimiento para sostener sus victorias puede ser fortalecida a través de la resistencia que fomente la autosuficiencia, autoorganización y autogobierno, y construya una realidad política y social nueva y positiva mucho antes que esta realidad se convierta en una nueva norma para las prácticas del Estado.
Las instituciones cívicas de base, crean las bases para un transición más viable y democrática a seguir. Estas incluyen una prensa libre clandestina y redes de comunicación sin censura, sistemas educativos alternativos, cooperativas económicas, e instituciones culturales paralelas, las cuales son construidas durante la resistencia contra la opresión. Semejante resistencia constructiva también ayuda a construir capital social antes de la transición. Las densas redes de asociación que proveen varios servicios a los necesitados y reprimidos, apoyadas por el emprendimiento cívico, pueden ser propicias para desarrollar una cultura de servicio público genuino y rendición pública de cuentas. Éstas también pueden reducir la corrupción durante la transición subsiguiente.
Como señalé en mi post anterior, los estudios académicos que analizan la gran cantidad de datos históricos sobre los movimientos noviolentos apuntan fuertemente a la fuerza democratizadora de la resistencia civil. Sabemos que la mayoría de los movimientos noviolentos sí conducen a transiciones democráticas, pero ciertamente no todos los movimientos lo hacen.
Sin embargo, en vez de hacer amplias generalizaciones acerca de la resistencia civil basadas en ciertos casos fallidos de alto perfil, es mejor recordar lo que los datos nos dicen acerca de la resistencia civil y la democratización, y segundo, en discutir y tratar de entender cuáles características de los movimientos incrementan la probabilidad de fracasar, cuáles atributos de los movimientos incrementan las probabilidades de éxito, y cómo pueden esforzarse los movimientos para tornarse más estratégicos y mejor preparados para la lucha a largo plazo, para asegurar victorias duraderas en la construcción de sociedades más justas y pacíficas.
Dr. Maciej Bartkowski is a Senior Advisor to ICNC. He works on academic programs to support teaching, research and study on civil resistance. He is a series editor of the ICNC Monographs and ICNC Special Reports, and book editor of Recovering Nonviolent History. You can follow him @macbartkow