by María Gabriela Mata CarnevaliSeptember 22, 2023
This is a Spanish translation of the article "Recovering Nonviolent History: The Women-Led Nonviolent Struggle for Peace in Somaliland", published on May 31, 2023 (in English here). Translated by the author.
Durante una estancia de investigación en el Centro de Estudios sobre Conflictos y Paz de Hargeisa, la capital de Somaliland, en noviembre de 2022, supe de la increíble historia de cómo las mujeres lideraron un movimiento de resistencia civil por la paz, que resultó clave para la consolidación de Somaliland como estado separado de Somalia (1991-1996).
Lo que más me llamó la atención fue, en primer lugar, su uso de la poesía y las canciones como acciones no violentas. Pero cuanto más leía y más conversaba con las protagonistas, más admiraba su sentido de la fraternidad — ese vínculo social que nos une a todos como parte de la familia humana —, desde el que partieron para superar las diferencias de clan y las limitaciones de una sociedad musulmana tradicionalmente patriarcal.
A medida que nos acercamos a las próximas elecciones presidenciales previstas para 2024, cabe recordar la delicada naturaleza de la transición hacia la paz y la democracia, y la importancia de las mujeres en la consolidación de esos procesos.
En la República Federal de Somalia el Islam es, sin duda, la religión dominante. Los miembros de otros grupos religiosos combinados constituyen menos del 1% de la población.
Desde el punto de vista social los somalíes se organizan en clanes basados en el linaje masculino, en los que la figura del individuo se funde con la comunidad y la voz de la mujer cuenta poco o nada. Su lealtad se percibe como impredecible debido a sus múltiples afiliaciones con los clanes del padre, la madre, el marido y los hijos. Por ello, suelen quedar excluidas de las negociaciones y los foros de toma de decisiones que pueden afectar a la suerte del grupo. Los clanes más numerosos son los de los pastores nómadas Darod, Isaq, Hawiye y Dir, y los agricultores Rahanwayn.
El colapso de la era Siad Barre (1969-1991), marcada por altos niveles de corrupción y brutalidad, no significó el fin de la guerra civil que había provocado. Más bien, las milicias de los clanes empezaron a luchar entre sí por el monopolio del poder. Esto creó un entorno de saqueo generalizado, un rápido aumento de la violencia sexual y elevados niveles de desplazamiento.
Desde entonces, Somalia ha vivido en un estado ininterrumpido de desorden, violencia y fragmentación, con una creciente influencia de los movimientos fundamentalistas religiosos. Por todo ello, ha sido considerado un "Estado fallido" -para The Economist, "El Estado más fallido".
Algunos clanes optaron por escapar de este caos. En mayo de 1991, los Isaq y sus aliados los Dir, declararon una República independiente en el noroeste con capital en Hargeisa. No fue fácil implantarla. Las mujeres estuvieron en el centro del largo proceso. Sus armas fueron las palabras.
La guerra civil somalí, con el clan como escudo y espada, situó a las mujeres en el centro del dolor. Pero ellas tomaron este sufrimiento y lo convirtieron en la semilla de la paz, aprovechando sus múltiples afiliaciones como baza para resistir colectivamente a la violencia. Con sus acciones obligaron a los hombres a sentarse a negociar y poner fin al conflicto.
La lucha no violenta de las mujeres avanzó primero en Burao (1991), luego en Berbera (1992), Boroma y Erigavo (1993), y finalmente en Hargeisa (1994-96). Entre sus importantes contribuciones al fomento de la paz figuran una amplia variedad de acciones del repertorio de resistencia civil: llamamientos formales a las partes beligerantes, manifestaciones, peticiones a políticos y ancianos, y prestación de apoyo logístico y financiero a los procesos de paz.
Lo interesante es que se sirvieron además de la poesía, la forma de expresión más popular del país, a pesar de que este es un arte tradicionalmente reservado a los hombres. Sin miedo empuñaron sus lápices y dieron luz a sentidos poemas y canciones por la paz que luego entonaban ante diferentes tipos de audiencia. Usaron, sobre todo, un estilo ligero llamado burumbur. También el allabari, un tipo de oración colectiva a la que dieron un nuevo significado.
A través de la poesía y el canto, las mujeres transmitían mensajes como: "Mi vestido se prendió por los dos extremos"; "¿Por qué esta parte del pueblo no habla con la otra? ¿Por qué mi brazo izquierdo no habla con el derecho? ¿Por qué mi hermano se pelea con mi hijo? ¿Por qué mi marido se pelea con mi hermano?". Estas metáforas y apelaciones a la lógica animaron a las partes en conflicto a dejar las armas.
Si consideramos la poesía como expresión de una determinada cosmovisión, las poetisas somalíes desafiaron la hegemonía masculina no sólo en el plano artístico, sino también en la producción de conocimiento, al posicionarse en contra del statu quo con argumentos sólidos.
Lo increíble es que lo hicieron en medio de la violencia.
En Burao, tras hablar con los ancianos, las mujeres pasaron inmediatamente a la acción. Según, Saado Cabdi Amarre, una de mis entrevistadas, un grupo de entre ellas, alrededor de 300, marchó con bandas blancas en la cabeza en señal de luto de un lado a otro entre los dos grupos armados cantando burumbur (el blanco simboliza la ira o la pena en la cultura somalí). La idea era recordar a los combatientes los malos momentos por los que habían pasado ellos y sus familias. Visiblemente emocionada me contó como los hombres, avergonzados de las canciones de dolor que les dirigían, se sentaron a dialogar y en cuestión de días establecieron un alto el fuego.
En Berbera, las mujeres intervinieron para poner fin a las hostilidades entre sub-clanes del clan Isaq organizando marchas y allabari. Además, presentaron una declaración al gobierno, junto con copias a la prensa y a las partes en conflicto. Exigían que la guerra local terminara lo antes posible, sin intervención militar internacional. La entrega de la declaración fue acompañada de una manifestación y las líderes se negaron a abandonar el edificio hasta que se firmó un acuerdo de paz.
En Boroma, de enero a mayo de 1993, tuvo lugar la Gran Conferencia sobre la Reconciliación Nacional con la participación de 150 jefes. El acontecimiento fue decisivo para la consolidación del estado de Somaliland. Aunque la logística corrió por cuenta de las mujeres, sólo asistieron diez de ellas en representación de dos organizaciones (la Asociación para el Desarrollo de la Mujer de Somaliland y la Organización de Mujeres de Somaliland), y ello sólo después de un intenso lobby. Con coraje y decisión presentaron sus puntos de vista a través de discursos, panfletos, poemas y canciones, pero la tradición les negó el derecho al voto.
A pesar de su esfuerzo continuado en favor de la convivencia pacífica entre subclanes regionales, poco pudieron hacer para impedir el estallido de la llamada guerra de Hargeisa, que dividió a la población de la capital y envió a tantos al exilio en Etiopía. Sólo en 1996, tras innumerables marchas y allabari, una conferencia nacional restableció la paz en Somaliland, abriendo el camino a la formación de un gobierno democrático con partidos que, por ley, no se identifican con los clanes. De nuevo, las mujeres asistieron, pero en escaso número y sólo como observadoras.
La fraternidad puede alimentar y dar forma a la resistencia civil. La lucha no violenta por la paz en Somaliland triunfó en gran medida gracias al sentido de fraternidad de las mujeres en su creativo trabajo de base.
Sin embargo, la democracia sin inclusión no es democracia. Y la paz sin igualdad de género no es sostenible. A pesar de su papel protagonista en la construcción de la nación, las mujeres siguen sin estar plenamente integradas en los distintos órganos de decisión de Somaliland.
De cara a las elecciones presidenciales de 2024, las mujeres tienen la oportunidad de volver a unir fuerzas para impulsar la consolidación democrática y la abolición de leyes y tradiciones discriminatorias. No cabe duda de que su experiencia en la intersección de la resistencia no violenta y la construcción de la paz, desde la fraternidad, les servirá como punto de partida en cualquier lucha renovada por sus derechos.
María Gabriela Mata Carnevali is a Venezuelan researcher on International Relations with a focus on the Global South and rule of law. She completed her higher education degrees at El Colegio de México and Loyola University, Chicago (USA) and is currently enrolled in a Ph.D. program at the Università degli studi di Palermo in Italy. María served as a moderator of ICNC’s People Power online course in 2019 and 2020. Her motto is “Stand with human rights. Stand with peace.”
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